jueves, 14 de abril de 2011

Las vueltas y las tuercas

Me gustan las vueltas de tuerca. Me gusta pensar que las cosas no pasan por que sí, sino que con la complicidad de algún factor místico o paranormal, las mismas se dan por algo más que la mera casualidad.
Me gusta llevarlo al extremo y pensar que la multiplicidad de escenas lleva a la última vuelta de tuerca, que según mi fantasía debería ser la mejor. Admito que pensé que ya la había tenido, pero no. Siempre falta más, algo se pudo haber hecho mejor, se olvidó alguna que otra cosa que marcó la diferencia y nunca el resultado es como el soñado. Claramente parte también gracias a la infinita disconformidad que tiene el ser humano frente a todo.
Creo que todas las vueltas de tuerca conllevan algún tipo de aprendizaje. Son como las piezas de un rompecabezas. Sueltas son simples partes, pero juntas dan como resultado el gran enigma.
Cabe destacar que si falta sólo una el misterio no podría resolverse. ¿Hasta qué punto son simples piezas entonces? Lleva tiempo la solución final. Hay piezas que deben reacomodarse constantemente. Es una cuestión de paciencia y en estos casos el peor enemigo es el apuro. Ayer escuché que el apuro es la negación del tiempo y creo que es bastante coherente la afirmación.
En lo que a mí respecta no creo que haya sido casual haber estado en ese pre ocupacional aquel día. Ni tampoco haber estado ebria en el baño de Tincho, ni haber pasado mis tardes en un local de Av. Córdoba. Mucho menos haber estado en Arenas Blancas en Mar del Plata.
Creí que todos esos sucesos de algo habrían servido. En definitiva permitieron que llegara a la que pensé sería mi última vuelta de tuerca. No fue casual haber mandado esa encomienda a Resistencia. Pero no fue la última vuelta evidentemente.
Puede que no exista una última y que me pese más la fantasía que la realidad. Puede que la vida misma sea una consecución de muchas vueltas de tuerca. No me apuro, tengo tiempo.

jueves, 6 de enero de 2011

Últimatum

                                                                                                       Buenos Aires, 6 de enero de 2011

Resistencia:

Te escribo porque al fin te pude desenmascarar y creo necesario decirte un par de cosas:

No sólo te convertís en una obstrucción a mi inconsciente, sos amante de lo defensivo, te encanta aparecer para ser autora de mis lagunas mentales,  sino que además no dejas que escriba en este preciso momento.

Pensé que eras una suerte de justificativo para la cuestión actual que merodea mi cabeza. De hecho, considero que no es casual que sigas rectificando tu postura y hayas convertido nuestro encuentro en algo más que necesario. Te confieso que por mi parte también lo quería porque recuerdo que te colaste en mis pensamientos un par de veces.

Ahora sé que venís de la repulsión que proviene de lo reprimido por ser nada más ni nada menos que una bomba de tiempo para la psiquis,  y además de ser anti-consciencia,  ayudas a seguir negando. Y con sinceridad: ¡qué cosa más inútil resultaste!

Encima Freud me comentó que sos amiga de la compulsión a la repetición y sabes que por recomendación Mabelística me dejé de ver con la culpa hace ya no mucho. Por lo tanto si seguís con ganas de postergar tu partida, te sugiero que vayas armando las valijas.

Admito que me tomó por sorpresa tu llegada y entiendo que tengas miedo y que de vez en cuando me vengas a visitar, pero tu estadía se prolonga cada vez más y ya no es divertido. De hecho a medida que pasa el tiempo me fastidias por completo.

Sé que la última vez te fuiste y ni me enteré. Quizás te enojaste, pero la realidad es que está todo bien con vos.  Pero si te interesa que las cosas terminen de la mejor manera posible, quisiera que mañana por la mañana cuando despierte ya no estés. Lamento tener que decirte esto con tan poca anticipación, pero es una decisión tomada. Ya no sos bienvenida acá porque tu presencia no me es grata.

Quedate tranquila que voy a seguir bien.
Beso
Mac

domingo, 26 de diciembre de 2010

La gran lucha

Qué vil y siniestra me resultas por momentos. A veces te volvés tan manipuladora que sólo puedo odiarte. Estás al acecho de cualquier traspié que pueda llegar a cometer, como si fueras el mismísimo juez en mi sentencia final. Y si no lo cometo, por mero aburrimiento me motivás a hacerlo, para luego ser el castigo que me agobie.

Te gusta sorprender, porque por momentos te mostrás ausente. ¿Será que sos imprescindible para la mente de un neurótico? O quizás seas el simple esfuerzo inconsciente y por consecuente el acto reflejo de lo que consideraba “bienestar”. Pero tu función no está relacionada con el equilibrio, sino con lo opuesto. ¡Qué ilusa fui al pensar que te necesitaba!

Ya te conozco, sé como funcionas. Fui protagonista de cada una de tus macabras apariciones. Sin embargo debo admitir que por más de intentar aplicar mi humilde racionalidad, acepto que convivimos juntas y admito que por momentos obnubilas mi visión, imposibilitando la correcta percepción de la realidad, en la que por suerte te concedí el exilio.

Me refiero al exilio dado que la fantasía es tu aliada y en lo que a mi respecta, el encuentro conmigo lo logro manteniendo los pies sobre la tierra. Quisiera no sentirme culpable por echarte, considero que has sido mi compañera en infinidad de ocasiones. Pero ahora puedo entender que no te necesito. El reconocimiento de tu existencia es lo que permite que pueda enfrentarte y a su vez separarme de vos, aún conviviendo.

Igualmente no olvido las sabias palabras de Diana, mi profesora de Psicología Social, quien me enseñó que del igual se llega al opuesto y viceversa, porque son lo mismo. Por eso somos una. Sos mi antagonista en esta historia. Y sin tu persistencia es claro que la diferenciación entre nosotras no hubiese sido posible, para darme cuenta que sin tu intervención puedo tomar decisiones por mi cuenta.

Me conoces, te conozco, nos conocemos.
Me genera gran satisfacción ganarte cada batalla.
Qué difícil la lucha contra uno mismo, ¿no?

jueves, 25 de noviembre de 2010

Paseo Inmoral

“Sacar belleza de este caos es virtud, o no?”, dijo Gustavo antes de afirmar que la poesía es la única verdad. Pienso realmente si todo esto es un caos o simplemente es la neurosis en la búsqueda de fantasías para alimentar. Fantasías que no condicen con la realidad.
Sin embargo, es real la existencia del caos, que puede estar plasmado tanto en nuestra ficción como en la vida misma. Por lo tanto me apego a la belleza como herramienta y como intuición del espíritu para conseguir así, virtud, según sus palabras.
Tuvo un paseo inmoral con ganas de desenmascarar la dirección para poder volver al origen y al principio. Me uno. ¿Quién no ha transitado por un camino así alguna vez? Quisiera llegar a ese punto de partida para poder entender qué es lo real y llegar así a la verdad. Regresar  a donde todo comenzó.
A la única verdad.